PSICOANALISIS - Teoría y Clínica
La devaluación del falo en la neurosis
Voy a referirme específicamente a la denominada depresión en donde encontramos tristeza, melancolía, desanimo,
desgano, cuestiones que siempre han existido y pueden catalogarse como expresiones distintas del afecto. Hay una distinción
importante: la depresión es
contemporánea, los afectos no, debido a que estos están dictados por un complejo tejido integrado
por la subjetividad, época y culturas.
Psiquiatría, Psicofarmacología, Psicoanálisis, Freud…
Este
cuadro, ante la clínica de la mirada (léase Psiquiatría), suelen extenderse a exámenes
médicos recalando en el fármaco y evaluación de respuesta de combinatoria química y posterior
ajuste del diagnóstico según las evidencias. Desde nuestra perspectiva es algo así como un empeño de olvidar al sujeto en su propio goce. En la
clínica de la escucha -Psicoanálisis- es posible una perspectiva distinta a la universalización diagnóstica que propone el discurso médico, el problema surge que
bajo el nombre de “depresión” se licuan diversas revelaciones singulares, y se dispersan conceptos decisivos propuesto por el psicoanálisis.
Freud
no habla de depresión –concepto surgido en los años 50’-, y en Duelo y melancolía (1917) distingue – desde la perspectiva libidinal: a) melancolía, duelo y manía como modalidades causadas por una pérdida, b) el objeto de pérdida y c) las formas compensatorias del
yo. Así, nos permite pensar la depresión como una respuesta del yo
frente al “malestar de la cultura”, pero no como una causa de sufrimiento.
Pero
¿frente a qué pregunta el sujeto surge con esa respuesta? Si contemplamos a la depresión como causa del sufrimiento invertimos la concepción de respuesta. Esta, como incógnita subjetiva, la otra, como respuesta universal. Si es causa hay que curarla, si es respuesta del sujeto frente al objeto
causa de deseo, habrá que buscarla en su valor de goce.
Entonces,
¿qué pregunta se oculta en la depresión?: algo a descifrar en el parlêtre (sujeto+cuerpo+goce). Así, la depresión no es un
diagnóstico para
el psicoanálisis,
tampoco una estructura, sino una variante, en especial, en la neurosis. Obviamente no estoy refiriéndome a la melancolía
psicótica, donde pudor y vergüenza están ausentes y encontramos a
un sujeto anclado en la identificación con el objeto perdido.
En
el caso de la neurosis, estoy señalando a la depresión como una modalidad de
goce, de un sujeto en particular, como respuesta al enmascaramiento de su deseo.
Es decir, desde una posición neurótica, una evitación del deseo, con las
modalidades propias de la historia singular de cada sujeto. Es allí donde la
clínica de la escucha tendría chances de construir algo de los bordes del
fantasma del paciente. Entonces la dirección será identificar el modo de implicación del sujeto en esa
respuesta, indagar los motivos del por
qué esa forma depresiva y no otra,
y qué implicación hay en esa modalidad; es decir, por qué, la “depresión” es tomada como la respuesta a una determinada pregunta.
Si
pensamos a la depresión como una forma de
afecto, podríamos contraponer el concepto de angustia en el sentido de un afecto que no engaña. Entonces, es
una respuesta que enmascara el deseo, una forma engañosa de mostrar algo y un
afecto depresivo no tiene la categoría de síntoma pues no está configurado de
entrada, habrá que construirlo con el discurso del paciente, por lo cual,
inicialmente no tiene un sentido para nuestra escucha.
En
Duelo y melancolía Freud señala los efectos
depresivos como consecuencia del trabajo del duelo (pérdida del
interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo
objeto de amor y el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que
no tenga relación con la memoria del objeto perdido), en el intento de simbolizar la pérdida del objeto y una
operación de redistribución libidinal. El duelo concluye cuando el sujeto se
alivia del peso del objeto, pero cuando esto no se logra sobrevienen los
efectos depresivos.
Lacan
Detengámonos
ahora en la conocida frase de Lacan [...Se
califica por ejemplo a la tristeza de depresión, cuando se le da el alma por
soporte, o la tensión psicológica del filósofo Pierre Janet. Pero no es un
estado del alma, es simplemente una falla moral, como se expresaba Dante,
incluso Spinoza: un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral...].
Cuando
Lacan habla de falla se refiere a la
posición ética del sujeto (léase deseo)
y la implicación en el goce. Esta frase acerca de la tristeza como cobardía moral está soportada por la
culpabilidad y la evitación de la responsabilidad de la misma. Es decir que
en las delicias de la depresión sería
la voluntad de ser sin saber de la falta.
Ser, obviando la castración. No consentir a la pérdida que permite
al sujeto dar entrada en el campo del Otro; así, se niega a buscar su lugar en
el saber del inconsciente y el sujeto retorna en la pérdida misma, a esa
convocatoria que lo coagula de un significante amo. Entonces, detenido en el
instante de la pérdida, sin consentir el saber del inconsciente donde se agita
el camino del deseo.
Claro
está que la llamada depresión no se interpreta desde la culpa ni de la cobardía, y
desde nuestra perspectiva se trata –nada menos- que del dolor de existir en lugar de un pecado.
Por lo cual lo moral debemos
encuadrarlo en el campo del dolor de
existir o sea de pensar el deseo con el goce. Así, la cobardía moral real acompaña el dolor de existir en los terrenos de la
ética del deseo. Así la cobardía es equivalente del dolor traducida en el
campo del afecto pero el detalle singular es que el dolor tiene su límite en el
desvanecimiento del sujeto, de allí la devaluación fálica.
Viñeta clínica
Si retomamos
la frase lacaniana se trataría de una renuncia del sujeto que cede en su deseo
frente al goce, abandono de lo simbólico para prevalecer en el goce afectado,
entonces, bajo el modo depresivo, y, más allá de la cobardía moral, el Otro es
dejado como testimonio de un puro rechazo del inconsciente, así, el afecto
acontece como perturbación del humor.
F. se presenta con un cuadro depresivo que en el
transcurso de su tratamiento se agrava progresivamente y es la medicación que
consume hace 14 años que -en alguna medida- lo sostiene apenas. En el
transcurso del análisis, con varios cambios de psiquiatras, las medicaciones
van sucediéndose una a las otras hasta lograr una estabilización farmacológica
de efectos medianamente razonables.
En su juventud tuvo un episodio “involuntario” de muerte del
cual es sobreseído. Una de las características notable es la amnesia de
recuerdos familiares e infantiles. Muchas sesiones se agotaron en descripciones
de sus estados de ánimos e imposibilidades. Los pensamiento suicidas cobraron
su espacio de desesperación, producto de alguna medicación mezclado con una
culpa no tramitada. Hubo contados momentos en los cuales F. se presenta lúcido
en dónde se pudo construir algo de la culpa neurótica obsesiva: aquel lejano y
lamentable suceso fue tapado por una amnesia que desimplicaba al sujeto de su
goce. Paulatinamente -y a lo largo de tres complicados años- y trabajosamente, se
pudo construir la culpabilidad del hecho y la implicación subjetiva del
paciente. Se fueron aislando los
momentos y situaciones que desencadenaron su “depresión” la cual fue sostenida
mediante alguna terapia anterior, y los psicofármacos a lo largo de tantos
años. Encontramos, así, un sujeto desmoronado narcisisticamente, destituido de
su posición imaginaria, considerándose despreciado y despreciándose mostrando
que no es sobre el objeto, sino sobre el propio sujeto como objeto que alcanza
la desinvestidura libidinal. Con un camino trabajoso se logaron
aislar hechos, motivos y reconstruir historia perdidas en el olvido, un primer
momento que nos permitió una implicación simbólica del sujeto con su goce. Y
aún estamos construyendo el síntoma analítico. La traducción de esto fue una precaria,
pero sostenida, revalorización fálica del trabajo, la familia y el amor.
Lugares frágiles y sin profundizar demasiado por el momento pero que nos apartó
del camino estigmatizado de la depresión.
Concluyo, siempre provisoriamente –y en el caso por caso-
que la amnesia sostenía el goce abonado con “depresión”, y que mantenía en suspenso
la implicación subjetiva pues cuando un sujeto cede en su deseo por el goce, se
deprime; es la depresión estructural de la neurosis, versión de la cobardía
moral. Mucho camino para recorrer todavía, la apuesta continúa
sobre la escucha de discurso en su vertiente inconsciente y la construcción del
síntoma analítico, para una posibilidad –lejana- de asomarnos al fantasma.
Una vez más la práctica del análisis- desde un lugar
pequeño- desmonta los mitos mediáticos y aúna esfuerzos temporarios con la
farmacología. No todo es psiquiatría, ni todo es psicoanálisis, cada uno en sus
funciones logran caminar con algunas respuestas que permite reaparecer la
valoración fálica del paciente.
Bibliografía
consultada
Freud, Sigmund, Duelo y melancolía. Amorrortu
Editores
Lacan, Jacques. Radiofonía & Televisión. Ed.
Anagrama
Emilio
Vaschetto (compilador)Depresiones y psicoanálisis. Ed. Grama
Eric Laurent. Los objetos de la pasión. Ed. Tres
Haches