lunes, 15 de diciembre de 2014

DEPRESION - Experiencias Clínicas

PSICOANALISIS - Teoría y Clínica


La devaluación del falo en la neurosis

Voy a referirme específicamente a la denominada depresión en donde encontramos tristeza, melancolía, desanimo, desgano, cuestiones que siempre han existido y pueden catalogarse como expresiones distintas del afecto. Hay una distinción importante: la depresión es contemporánea, los afectos no, debido a que estos están dictados por un complejo tejido integrado por la subjetividad, época y culturas.

Psiquiatría, Psicofarmacología, Psicoanálisis, Freud…
Este cuadro, ante la clínica de la mirada (léase Psiquiatría), suelen extenderse a exámenes médicos recalando en el fármaco y evaluación de respuesta de combinatoria química y posterior ajuste del diagnóstico según las evidencias. Desde nuestra perspectiva es algo así como un empeño de olvidar al sujeto en su propio goce. En la clínica de la escucha -Psicoanálisis- es posible una perspectiva distinta a la universalización diagnóstica que propone el discurso médico, el problema surge que bajo el nombre de “depresión se licuan diversas revelaciones singulares, y se dispersan conceptos decisivos propuesto por el psicoanálisis.
Freud no habla de depresión –concepto surgido en los años 50’-, y en Duelo y melancolía (1917) distingue – desde la  perspectiva libidinal: a) melancolía, duelo y manía como modalidades causadas por una pérdida, b) el objeto de pérdida y c) las formas compensatorias del yo. Así, nos permite pensar la depresión como una respuesta del yo frente al “malestar de la cultura”, pero no como una causa de sufrimiento.

Pero ¿frente a qué pregunta el sujeto surge con esa respuesta? Si contemplamos a la depresión como causa del sufrimiento invertimos la concepción de respuesta. Esta, como incógnita subjetiva, la otra, como respuesta universal. Si es causa hay que curarla, si es respuesta del sujeto frente al objeto causa de deseo, habrá que buscarla en su valor de goce.
Entonces, ¿qué pregunta se oculta en la depresión?: algo a descifrar en el parlêtre (sujeto+cuerpo+goce). Así, la depresión no es un diagnóstico para el psicoanálisis, tampoco una estructura, sino una variante, en especial, en la neurosisObviamente no estoy refiriéndome a la melancolía psicótica, donde pudor y vergüenza están ausentes y encontramos a un sujeto anclado en la identificación con el objeto perdido.
En el caso de la neurosis, estoy señalando a la depresión como una modalidad de goce, de un sujeto en particular, como respuesta al enmascaramiento de su deseo. Es decir, desde una posición neurótica, una evitación del deseo, con las modalidades propias de la historia singular de cada sujeto. Es allí donde la clínica de la escucha tendría chances de construir algo de los bordes del fantasma del paciente. Entonces la dirección será identificar el modo de implicación del sujeto en esa respuesta, indagar los motivos del por qué esa forma depresiva y no otra, y qué implicación hay en esa modalidad; es decir, por qué, la “depresión” es tomada como la respuesta a una determinada pregunta.
Si pensamos a la depresión como una forma de afecto, podríamos contraponer el concepto de angustia en el sentido de un afecto que no engaña. Entonces, es una respuesta que enmascara el deseo, una forma engañosa de mostrar algo y un afecto depresivo no tiene la categoría de síntoma pues no está configurado de entrada, habrá que construirlo con el discurso del paciente, por lo cual, inicialmente no tiene un sentido para nuestra escucha.
En Duelo y melancolía Freud señala los efectos depresivos como consecuencia del trabajo del duelo (pérdida del interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor y el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del objeto perdido), en el intento de simbolizar la pérdida del objeto y una operación de redistribución libidinal. El duelo concluye cuando el sujeto se alivia del peso del objeto, pero cuando esto no se logra sobrevienen los efectos depresivos.

Lacan
Detengámonos ahora en la conocida frase de Lacan [...Se califica por ejemplo a la tristeza de depresión, cuando se le da el alma por soporte, o la tensión psicológica del filósofo Pierre Janet. Pero no es un estado del alma, es simplemente una falla moral, como se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral...].
Cuando Lacan habla de falla se refiere a la posición ética del sujeto (léase deseo) y la implicación en el goce. Esta frase acerca de la tristeza como cobardía moral está soportada por la culpabilidad y la evitación de la responsabilidad de la misma. Es decir que en las delicias de la depresión sería la voluntad de ser sin saber de la falta. Ser, obviando la castración. No consentir a la pérdida que permite al sujeto dar entrada en el campo del Otro; así, se niega a buscar su lugar en el saber del inconsciente y el sujeto retorna en la pérdida misma, a esa convocatoria que lo coagula de un significante amo. Entonces, detenido en el instante de la pérdida, sin consentir el saber del inconsciente donde se agita el camino del deseo.
Claro está que la llamada depresión no se interpreta desde la culpa ni de la cobardía, y desde nuestra perspectiva se trata –nada menos- que del dolor de existir en lugar de un pecado. Por lo cual lo moral debemos encuadrarlo en el campo del dolor de existir o sea de pensar el deseo con el goce. Así, la cobardía moral real acompaña el dolor de existir en los terrenos de la ética del deseo. Así la cobardía es equivalente del dolor traducida en el campo del afecto pero el detalle singular es que el dolor tiene su límite en el desvanecimiento del sujeto, de allí la devaluación fálica.


Viñeta clínica
Si retomamos la frase lacaniana se trataría de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, abandono de lo simbólico para prevalecer en el goce afectado, entonces, bajo el modo depresivo, y, más allá de la cobardía moral, el Otro es dejado como testimonio de un puro rechazo del inconsciente, así, el afecto acontece como perturbación del humor.
F. se presenta con un cuadro depresivo que en el transcurso de su tratamiento se agrava progresivamente y es la medicación que consume hace 14 años que -en alguna medida- lo sostiene apenas. En el transcurso del análisis, con varios cambios de psiquiatras, las medicaciones van sucediéndose una a las otras hasta lograr una estabilización farmacológica de efectos medianamente razonables.
En su juventud tuvo un episodio “involuntario” de muerte del cual es sobreseído. Una de las características notable es la amnesia de recuerdos familiares e infantiles. Muchas sesiones se agotaron en descripciones de sus estados de ánimos e imposibilidades. Los pensamiento suicidas cobraron su espacio de desesperación, producto de alguna medicación mezclado con una culpa no tramitada. Hubo contados momentos en los cuales F. se presenta lúcido en dónde se pudo construir algo de la culpa neurótica obsesiva: aquel lejano y lamentable suceso fue tapado por una amnesia que desimplicaba al sujeto de su goce. Paulatinamente -y a lo largo de tres complicados años- y trabajosamente, se pudo construir la culpabilidad del hecho y la implicación subjetiva del paciente.  Se fueron aislando los momentos y situaciones que desencadenaron su “depresión” la cual fue sostenida mediante alguna terapia anterior, y los psicofármacos a lo largo de tantos años. Encontramos, así, un sujeto desmoronado narcisisticamente, destituido de su posición imaginaria, considerándose despreciado y despreciándose mostrando que no es sobre el objeto, sino sobre el propio sujeto como objeto que alcanza la desinvestidura libidinal. Con un camino trabajoso se logaron aislar hechos, motivos y reconstruir historia perdidas en el olvido, un primer momento que nos permitió una implicación simbólica del sujeto con su goce. Y aún estamos construyendo el síntoma analítico. La traducción de esto fue una precaria, pero sostenida, revalorización fálica del trabajo, la familia y el amor. Lugares frágiles y sin profundizar demasiado por el momento pero que nos apartó del camino estigmatizado de la depresión.

Concluyo, siempre provisoriamente –y en el caso por caso- que la amnesia sostenía el goce abonado con “depresión”, y que mantenía en suspenso la implicación subjetiva pues cuando un sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; es la depresión estructural de la neurosis, versión de la cobardía moral. Mucho camino para recorrer todavía, la apuesta continúa sobre la escucha de discurso en su vertiente inconsciente y la construcción del síntoma analítico, para una posibilidad –lejana- de asomarnos al fantasma.
Una vez más la práctica del análisis- desde un lugar pequeño- desmonta los mitos mediáticos y aúna esfuerzos temporarios con la farmacología. No todo es psiquiatría, ni todo es psicoanálisis, cada uno en sus funciones logran caminar con algunas respuestas que permite reaparecer la valoración fálica del paciente.

Bibliografía consultada
Freud, Sigmund, Duelo y melancolía. Amorrortu Editores
Lacan, Jacques. Radiofonía & Televisión. Ed. Anagrama
Emilio Vaschetto (compilador)Depresiones y psicoanálisis. Ed. Grama
Eric Laurent. Los objetos de la pasión. Ed. Tres Haches