martes, 5 de octubre de 2010

PSICOANALISIS/Conjeturas Sociales

LA INCIDENCIA DEL POSTMODERNISMO

EN LOS SINTOMAS ACTUALES

Por José Méndez (Oct./2010)

 

¿En qué concierne a lo real esta nueva ciencia? El error de la ciencia que califico de tradicional

por ser la que proviene del pensamiento de Aristóteles, está en dar por sentado que lo pensado está

 hecho a imagen del pensamiento, es decir, que el ser piensa (…)¿Qué relación puede haber entre la articulación que constituye el lenguaje y un goce que se revela como sustancia del pensamiento, de ese pensamiento tan fácilmente reflejado en el mundo por la ciencia tradicional? Este goce es el que hace de Dios el ser supremo y que este ser supremo no pueda, Aristóteles dixit, ser otra cosa sino el lugar desde donde se sabe cuál es el bien de todos los otros. No tiene mucho que ver, ¿no es así?, con el pensamiento, si lo consideramos dominado ante todo por la inercia del lenguaje

Jacques Lacan- Seminario 20- Clase 9

Focault decía ser un “artificiero”, sus libros debían servir como una caja de herramientas: cada quien podía tomar una frase o idea que posteriormente sirviera para un desarrollo útil y derribar algún muro. Siguiendo esta huella, despliego algunas preguntas sobre una intersección insoslayable: el psicoanálisis y el postmodernismo. Este entrecruzamiento en la época del  Otro que no existe tiene consecuencias; por ejemplo, la ciencia, consecuente con diversos movimientos sociales mundiales, en su afán de negar la no relación sexual, nos introduce -en sus avances- a nuevas modalidades de síntomas en la postmodernidad. Tenemos entonces: descubrimiento del genoma humano, donación de óvulos, fertilización asistida, fertilización en vitro, donación de órganos, trasplantes de órganos, etc, por nombrar algunos. Todos ellos con resonancias sociales, es decir: la modificación de conductas colectivas amoldadas a las neurosis singulares de cada quien en esta nueva época. Si observamos más en detalles estos movimientos de la ciencia es posible observar “una tecnología de poder fino y cotidiano, del poder sobre los cuerpos”, a las cuales se refería Focault.

Como analistas no podemos ubicarnos en forma intemporal en nuestros contextos ni ante los avances de la ciencia. Tampoco emitir juzgamientos, aplaudir ciegamente y sostener discursos humanistas que denuncian a la ciencia sin conciencia. Tendremos que responder con nuestros propios conceptos y los que se construyan con el sujeto del caso por caso, en dónde está excluida la generalidad y la analogía. Así, nuestro límite está marcado.

Intentaré recorrer, en este brevísimo ensayo, tres preguntas: 1) ¿Cómo se constituyen los nuevos síntomas en nuestra cultura?, 2) ¿Cuál fue el punto de viraje hacia los nuevos síntomas?, y 3) ¿Cuál será el quehacer del psicoanálisis en la postmodernidad y ante estas nuevas formas de gozar?

¿Por qué desde la Postmodernidad?

Considero que estamos recientemente transitando la joven postmodernidad, es nuestra época, y la entrecruzo con la frase de Lacan en el Discurso de Roma: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época.”. Nunca mejor aplicada al momento actual que nos revela cambios vertiginosos.

Cité, en anteriores escritos, cuestiones que caracterizaban a la Antigüedad, regirse por su propio pasado; a diferencia de la Modernidad que apuntará al futuro. ¿Cuál es el modelo social propuesto por el Postmodernismo?, es muy probable –al menos en estos tiempos- la incertidumbre. Discutible, pues el hombre siempre padeció de incertidumbre, de allí sus síntomas, pero otorguémosle cierto crédito a esta idea –para seguir avanzando provisoriamente- en el sentido de una mayor incertidumbre. Hay rastros de comportamientos sociales que denotan mayores urgencias de suplementación que pueden abonar esta idea de una incertidumbre mayor.

La Modernidad (siglos XVI a XX), se caracterizaba por la idea de progreso que buscaba un futuro de perfección, basado en ciencia, moralidad y arte, con sus contrapartidas de verdad, deber y belleza.  Un modelo que desbarranca por la suma actos humanos que escapan a esos parámetros y revelan un contra-modelo a esas ideas kantianas que pretendieron leyes universales con determinismos basados en la racionalidad, verdad y progreso, un futuro promisorio, etc. Es decir, una aspiración que apuntaba al progreso bajo la razón y la lógica.

La “postmodernidad” (mitad del siglo XX en adelante, hasta nuevo aviso), es una época imprecisa, sin parámetros definidos y con valores que han estallado del molde anterior y tomaron un curso incierto. Tampoco cuenta con un marco teórico definido pues se organiza a medida que transcurre, es decir que no le encontramos una coherencia o unidad. Es –por el momento- híbrida, y su rasgo  – a mi entender- más característico es el desencantamiento de la razón universal que envolvía a la ciencia, arte y ética en la época Moderna.

El psicoanálisis es postmoderno

También, creo, que el psicoanálisis es producto de la Postmodenidad y nace muy tempranamente  como uno de los primeros anticuerpos de la modernidad: desenmascara la idea de progreso y razón.  Por ejemplo, el tema del goce planteado en Más allá del principio del placer es muy claro y contundente. Esto cambia la perspectiva de la idea de progreso y desvanece la idea del bien colectivo, la lógica, el saber, el esfuerzo voluntario y la razón; y –obviamente- el éxito terapéutico en materia de modificación de psyque. Creo, pues, que no es aventurado decir que el psicoanálisis es un precipitado de la Postmodernidad. Posteriormente,  Jacques Lacan (1901/1981) muestra que su obra es un neto producto de esta época: logra remozar, rectificar, continuar y ampliar la obra de Freud, y aún más: introducir conceptos nuevos, con consecuencias clínicas novedosas. Mantiene, obviamente, la línea freudiana: socava la razón, subvierte la ética y cuestiona la belleza y pone en entredicho la existencia del Otro. La verdad está jugada en el campo de lo real, así el horizonte clínico del psicoanálisis será ese registro imposible: lo real, tan incierto e indefinible, y siempre en fuga a cualquier verdad.

En realidad, el inconsciente siempre estuvo, pero fue puesto a trabajar a partir de Freud con la inevitable consecuencia de “con-mover” la verdad religiosa y de la ciencia.

Lo real de la ciencia y lo real del psicoanálisis

Lo real de la ciencia no es real del psicoanálisis, para aquélla será el organismo, para el otro será el Parlêtre -aquel ser que habla-, la noción misma del ser ligado a la lengua. Aquí hay dos conceptos de real, el de la ciencia, el real biológico, aquel que está fuera de la lengua, y el otro, el nuestro, el psicoanalítico, el del ser que habla con su real imposible de acceder y que lo comanda por el hecho de hablar. Lo real para la ciencia será lo que se resiste a su saber obligándola a buscar nuevos rumbos para acceder a ese desconocido o ingeniarse con una nueva teoría que integre eso que desconoce. Así, dos imposibles: el todavía imposible de saber y el imposible definitivo. Si el psicoanálisis es una ciencia, es de lo singular, ya que carece de leyes universales porque se construye de un parlêtre por parlêtre. Y lo más importante: los descubrimientos científicos tienen influencia real sobre el hablanteser.

La ciencia como otro amo dentro de nuestros cuerpos

Es decir, las culturas producen sus síntomas y estos se construyen singularmente en los sujetos, por ejemplo, como producto del culto de la imagen estimulada desde los medios -que construye una presión en el discurso social-para la captura de esos cuerpos en base a un modelo que hace circular las apariencias de perfección y armar nuevos síntomas. Una vez más, desde el saber y el poder los cuerpos están cautivos. Otra, la violencia creciente y la creación –cada vez mayor- para controlar las conductas grupales e individuales. El creciente consumo de tóxicos que retroalimenta el sistema de violencia y control, etc. Es decir, en un análisis superficial se observa que surgen nuevos síntomas sociales recortados por un discurso masivo, desde una perspectiva muy diversificada y con idealizaciones transitorias exigentes. La ciencia no está ajena a estas consecuencias y cuenta con una amplia cuota de poder desde su discurso universitario y de amo otorgado por esa sed de verdad última que requiere la incertidumbre del vivir en el hablanteser.

Ahora bien, dicho de una manera muy generalizada: los descubrimientos de la ciencia tienen una incidencia sobre el real del parlêtre. Por ejemplo, la ciencia del postmodernismo produce consecuencias que modifican aceleradamente la realidad cotidiana con objetos –frecuentemente- de una utilidad sospechosa. En la actualidad, con estos cambios, la realidad exterior tiende a ceder el lugar de lo que hasta ahora era desconocido. Se cede lugar a un real con objetos (a). Y vivimos desprendiéndonos de saberes antiguos que tenían lugares inamovibles.

No obstante, existe “otra ciencia”, la que algunos denominan posciencia, aquélla en dónde predomina la práctica y los discursos que ocupan el espacio social que durante la modernidad ocupó la ciencia (ciencias de la naturaleza con un visión más allá de leyes universales inmutables, desacralización de los conocimientos sociales a partir de la desconfianza, con críticas a la razón para ampliarla, no limitarla, con apertura a las “irregularidades” que escapan al saber, que reconocen épocas de cambios y dejan de sostener ideologías universales y estáticas, etc. ). Es decir, una ciencia menos dura y más proclive a lo conjetural.

 Volvamos al síntoma

Si pensamos -haciendo hipótesis- en el síntoma como indicativo de la época, podemos pensar que (como señalé más arriba): en la Antigüedad los síntomas eran producto del pasado que evitaba cualquier futuro y se sostenían en sus propios valores del pasado. En la Modernidad, respecto del futuro y la perfección. Ahora, en la Postmodernidad creo que podemos pensar el síntoma respecto a una incertidumbre mayor.

Estos modelos sintomáticos, respecto de la angustia, se pueden imaginar con respuestas distintas. Hoy, la incertidumbre inmediata o mayor se presenta descarnada y taponar la angustia exige un modelo de síntoma inmediato, aunque lábil y mutante, que suma gadgets de época.
Por otro lado, si arriesgamos ideas acerca de cómo se manifiestan estos síntomas en esta época del Otro que no existe (léase Postmodernismo), las nuevas tecnologías se orientan cada vez más a producir cambios en las relaciones que tenemos con nuestro cuerpo. La hipótesis que sigue
Ian Hacking –en la filosofía de las ciencias- es que el cuerpo deviene cada vez más extraño a nosotros, casi un objeto exterior extraído a nosotros mismos. Recortemos algunos ejemplos de la incidencia de la ciencia en esta época: una repetida donante de óvulos que justifica su persistencia porque “hace feliz a otras mujeres” aún arriesgando su propio cuerpo, o aquella otra que busca que su donante sea parecida a ella, o la madre que explica a su hijo que tiene dos madres (una de óvulo y otra de gestación), etc.; vemos que un amplio panorama impesado se abre, y nos encuentra balbuceando respuestas poco claras desde la filosofía, la ética, la religión, la legislación, y también desde el psicoanálisis.

Siguiendo el rastro de nuestro escrito podemos pensar: ¿Cuáles son las consecuencias del postmodernismo en el cuerpo?. Me respondo: nuevas formas de goces a estudiar. Es decir, habrá nuevas formas de gozar ante la relación sexual que no existe. El goce y sus nuevas formas será el Norte a seguir, de la misma forma que hasta ahora, con la creatividad en el  caso por caso, siendo el analista un interdictor entre el discurso del poder-ciencia y el sujeto con sus síntomas, con la posibilidad del dispositivo clínico que el psicoanálisis permite.

Nuevos caminos del goce

La “muerte” de la pulsión de muerte trata de un más allá de la vida. Esta biología del psicoanálisis  incluye la pulsión de muerte. Una biología más allá de la vida en dónde el ser es tal a través del lenguaje. Tenemos, así: cuerpo, lenguaje y sus consecuencias. De esta forma, desde el mismo momento en que es sujeto del significante no puede identificarse a su cuerpo, precisa su afecto por la imagen de su cuerpo, pero falla en esta identificación entre el ser y el cuerpo. En este hueco, en esta relación de tener con el cuerpo, el psicoanálisis tiene su labor ya que no se interesa por la sustancia viviente como organismo, sino por las pulsiones, es decir por las fuerzas que operan en esa sustancia. Allí el analista está frente a su “quehacer”.

Cito a Lacan: El saber está en el Otro. Es un saber que se sostiene del significante y que no debe nada al conocimiento del viviente. Es decir que la vida misma es la condición para el goce, una condición necesaria, pero insuficiente porque siempre, la vida excede al cuerpo por lo cual sólo hay goce en tanto aquella se presente bajo la forma de un cuerpo viviente. Así, el goce es el afecto del cuerpo y este su sede inevitable.

Recordemos que el significante es causa de goce por lo cual accedemos a la clínica del síntoma como aconteciendo del cuerpo. El síntoma debemos entenderlo, entonces, como goce, como la satisfacción pulsional. Así, si el síntoma es una satisfacción de la pulsión, si es goce condicionado por la vida bajo la forma del cuerpo, nos lleva a que el cuerpo viviente es prevalente en todo síntoma.

El parlettre en esa adoración con su cuerpo halla su consistencia imaginaria, pues como materia pura, orgánica que es, se degrada en el tiempo. Esa consistencia imaginara es insuficiente, es la explicación a los motivos de recurrir al amor, para optar por otro cuerpo en dónde “hacer consistencia” y dando sentido a un goce –siempre parasitario e imposible de eliminar-.

La postmodernidad abre nuevos cauces para el goce del sujeto. Abre o construye nuevos lugares (ni siquiera imaginados) en dónde el goce (siempre el mismo) de cada sujeto se acomoda en forma impensada hasta ahora. La ciencia nunca podrá superar la miserabilidad del ser en su falta, abrirá nuevas puertas para modificar las formas de goce, pues el control sobre el cuerpo, es el control sobre los goces, tan incontrolables e impredecibles que una de las formas es crear gadgest para atraer el goce y sujetarlo momentáneamente hasta la creación de uno nuevo, y así en forma interminable e intermitente, el goce transcurre de artefacto en artefactos para ignorar la falta de relación sexual. Estas nuevas formas de gozar producen síntomas incompresibles en su abordaje mientras no nos sacudamos los efectos de la modernidad.

 

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

-Michel Foucault  en la entrevista con, Roger-Pol Droit (Paidos, 2006)

-Geneviève Morel. Seminario La diferencia de los sexos (1995)

-Geneviève Morel. Seminario Ambigüedades sexuales (2002). Manantial

-María Esther Diaz. Postmodernidad. Editorial Biblos

-María Esther Diaz, La Posciencia. El conocimiento científico en la postrimería de la modernidad. Editorial Biblos.

-Bruno Latour. Nunca fuimos modernos. Siglo XXI editores

-Sexualidades Contemporáneas. Autores Varios. Editorial Pomaire. Venezuela

-El debate Modernidad/Postmodernidad. Autores Varios. Compilador: Nicolas Casullo. Retórica Ediciones

-Olga González de Molina. Cuerpos a medida (artículo no publicado)

-Ian Hacking.  Página de Ian Hacking en el Collège de France Reseña del libro Representar e intervenir de Ian Hacking, escrita por el historiador de la ciencia Carlos López Beltrán, Entrevista a Ian Hacking

-Sigmund Freud. Más allá del Principio del Pacer. Amorrortu Ediciones

-Jacques Lacan. Seminario 20. Clases 2, 7, 9, 10 y 11 Paidós

-Jacques Alain-Miller. Biología Lacaniana.

-Jacques Alain-Miller. Los signos del goce.

Jacques Alain-Miller. Lacan y la Modernidad. Revista Seminario Lacaniano. Año 5. N°4/5 (1988)

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