miércoles, 29 de septiembre de 2010

Carta enviada a los medios

RESPUESTA A MARIO BUNGE

José Méndez

(Carta enviada a Diario Perfil, La Nación y Clarín en respuestas a las declaraciones en diferentes medios acerca del psicoanálisis. Mayo 2010)


Si fuéramos mal pensados diríamos que Bunge es pregonero de los laboratorios internacionales que propagan la ciencia y sus verdades como únicas, mientras abren las fauces de sus arcas en nombre de ellas y adulando monetariamente a los médicos por cada medicamento que recetan. Pero no vamos a prejuzgar de aquello que no puede demostrarse, al menos no soy científico, pero soy respetuoso de su honorabilidad, algo que Bunge tiene olvidado, seguramente anquilosado mentalmente por tantos homenajes a su obra, pues me transformó en uno de los millones de estúpidos que cree, trabaja, estudia y vive de esta amada práctica del psicoanálisis. Por lo tanto, no soy un testimonio, sino un confundido.

¿No es excesivo, y por lo tanto, Mario Bunge está en una posición abusiva, desde un discurso de Amo, y con “un puñado de verdades” convierte con su discurso a millones de personas en idiotas?, ¿Es posible que un pretendido científico esté tan cegado ante la validación de la prueba? ¿Tantos millones de idiotas atrás de psicólogos y psicoanalistas durante tantos años no muestran un patrón “científico” de los sujetos?, ¿Cómo alguien viviendo en un país extranjero puede arrogarse el derecho de nuestra realidad cotidiana de millones de personas que sufren, porque todavía la ciencia no ha encontrado “la pastilla de la felicidad”?

Hablando a diestra y siniestra por los medios que venden noticias y quieren mostrar parcialmente la realidad para su conveniencia, Bunge tiene una confusión evidente pues no sólo mezcla categorías y las unifica como si el Psicoanálisis, Psicología, Terapias Cognitivas, Sistémicas, etc. y Freud, fueran la misma cosa, sino que su postura muestra una arrogancia intelectual mal intencionada que lo delata como un abusador de los medios. Y un abusador, siempre es poco creíble, pues su posición es interesada.

Este científico lleno de verdades extranjeras emite sospechosas opiniones provocativas desde el escritorio de un país lejano y posiblemente crea que desde su partida del país nadie nunca pensó más nada. Sólo él pudo avanzar científicamente en otro país y nos viene a transmitir las “verdades” de su petulancia narcisista. Evidentemente sus concepciones están fuera de tiempo, y su reloj mental está detenido en sí mismo. Es el representante de una generación que no creció con la época, y habla desde el norte de América embriagado con sus propias medallas, a las cuales nadie les quita el mérito de su esfuerzo. Pero hablar de Argentina, la Psicología y el Psicoanálisis, de cerrar la Facultad de Psicología, afirmar que es una profesión elegida porque es remunerativa, fácil de aprender y enseñar, que en estas actividades no hay “doctores” porque no se investiga, confundir disciplinas y arrojarlas a la misma bolsa (alguien debe advertirlo que el psicoanálisis no es una ciencia, es una práctica), y que cualquiera que sabe leer puede ejercerla; muestran su veta autoritaria, fascista, equivocada con una ideología obtusa y sin la reflexión de la cual puede jactarse un pretendido científico.

Bunge es un provocador para que los medios sean convocados, una figurita repetida y caricaturesca lamentable, pasado de moda, un nostálgico trasnochado de los años 40´. Esto lo deprecia en sus opiniones, y quizás –aún más- en su misma disciplina pues su prejuzgamiento habla de su sordera. Un científico que no escucha, no ve, no transita por la experiencia de lo que critica lo transforma en un sospechoso que quiere vender su producto o el de otros que pagan para que él hable.

Convertir a la ciencia como la única verdad de la humanidad es un fundamentalismo innecesario en este país que siempre se arroga verdades disipadas por la realidad. Creo que este es otro infructuoso zarpazo de los poderes en sombra –léase laboratorios internacionales- que desde hace algunos años se propusieron la tarea mercantilista de soñar con el desplazamiento de las ciencias sociales y de las prácticas que van en contra de sus productos. En nombre de la ciencia –a través de sus múltiples agentes como filósofos, médicos, alumnos, periodistas, diarios, TV, radio, etc.-, son como las cruzadas que en nombre de Dios provocaron la desmesura vergonzante del catolicismo a los que no pensaron y creyeron igual que ellos.

no soy un testimonio, sino un confundido. 

¿No es excesivo, y por lo tanto, Mario Bunge está en una posición abusiva, desde un discurso de Amo, y con “un puñado de verdades” convierte con su discurso a millones de personas en idiotas?, ¿Es posible que un pretendido científico esté tan cegado ante la validación de la prueba? ¿Tantos millones de idiotas atrás de psicólogos y psicoanalistas durante tantos años no muestran un patrón “científico” de los sujetos?, ¿Cómo alguien viviendo en un país extranjero puede arrogarse el derecho de nuestra realidad cotidiana de millones de personas que sufren, porque todavía la ciencia no ha encontrado “la pastilla de la felicidad”?

Hablando a diestra y siniestra por los medios que venden noticias y quieren mostrar parcialmente la realidad para su conveniencia, Bunge tiene una confusión evidente pues no sólo mezcla categorías y las unifica como si el Psicoanálisis, Psicología, Terapias Cognitivas, Sistémicas, etc. y Freud, fueran la misma cosa, sino que su postura muestra una arrogancia intelectual mal intencionada que lo delata como un abusador de los medios. Y un abusador, siempre es poco creíble, pues su posición es interesada.

Este científico lleno de verdades extranjeras emite sospechosas opiniones provocativas desde el escritorio de un país lejano y posiblemente crea que desde su partida del país nadie nunca pensó más nada. Sólo él pudo avanzar científicamente en otro país y nos viene a transmitir las “verdades” de su petulancia narcisista. Evidentemente sus concepciones están fuera de tiempo, y su reloj mental está detenido en sí mismo. Es el representante de una generación que no creció con la época, y habla desde el norte de América embriagado con sus propias medallas, a las cuales nadie les quita el mérito de su esfuerzo. Pero hablar de Argentina, la Psicología y el Psicoanálisis, de cerrar la Facultad de Psicología, afirmar que es una profesión elegida porque es remunerativa, fácil de aprender y enseñar, que en estas actividades no hay “doctores” porque no se investiga, confundir disciplinas y arrojarlas a la misma bolsa (alguien debe advertirlo que el psicoanálisis no es una ciencia, es una práctica), y que cualquiera que sabe leer puede ejercerla; muestran su veta autoritaria, fascista, equivocada con una ideología obtusa y sin la reflexión de la cual puede jactarse un pretendido científico.

Bunge es un provocador para que los medios sean convocados, una figurita repetida y caricaturesca lamentable, pasado de moda, un nostálgico trasnochado de los años 40´. Esto lo deprecia en sus opiniones, y quizás –aún más- en su misma disciplina pues su prejuzgamiento habla de su sordera. Un científico que no escucha, no ve, no transita por la experiencia de lo que critica lo transforma en un sospechoso que quiere vender su producto o el de otros que pagan para que él hable.

Convertir a la ciencia como la única verdad de la humanidad es un fundamentalismo innecesario en este país que siempre se arroga verdades disipadas por la realidad. Creo que este es otro infructuoso zarpazo de los poderes en sombra –léase laboratorios internacionales- que desde hace algunos años se propusieron la tarea mercantilista de soñar con el desplazamiento de las ciencias sociales y de las prácticas que van en contra de sus productos. En nombre de la ciencia –a través de sus múltiples agentes como filósofos, médicos, alumnos, periodistas, diarios, TV, radio, etc.-, son como las cruzadas que en nombre de Dios provocaron la desmesura vergonzante del catolicismo a los que no pensaron y creyeron igual que ellos.

 

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